Acabo de llegar de Campocerrado, de ver medio centanar de vacas que descienden de tus arranas y al ver la 57, la única superviviente de aquellas que le vendiste hace ya una docena de años a tu amigo Fernando Madrazo, me acordé de ti.
Imposible olvidar que día es hoy. Se te echa mucho de menos...
1 comentario:
Un marqués, buen amigo, me ha recordado que tal día como hoy, cumplirías años, maestro. Y he abierto esa biblia que un dia te dio por escribir, y no he podido pasar de la dedicatoria. Porque se me han puesto de pie los, desgraciadamente, pocos recuerdos: Palencia, Madrid, El Cardenal, Casa Patas, Feria del Libro… Y “Sagrillas”, como dicen mi amigos, porque fue en la pequeña iglesia de mi querido pueblo dónde lloré tu muerte. Un domingo de agosto en que se me quebró el alma cuándo me dijeron que te habías ido. Creo que aún hoy no me lo creo, porque te siento vivo cada vez que releo tus palabras. O cuándo miro de nuevo aquellos vídeos mal grabados en una tarde de locura. ¡Cómo se te echa en falta! Y no sólo entre cuernos y encinas… ¡Qué va! Porque yo sigo utilizando tus textos cuándo algún desamor se cruza en mi camino. (“El que más pone más pierde. En el amor lo cómodo es dejarse querer. En el toreo pasa lo mismo. Pierde casi siempre el que se entrega, el que no se cansa de acudir al desafío”). O cuándo siento que la vocación de juntar letras, desfallece entre sinvergüenzas del copia y pega (“Convertir una afición en profesión no deja de ser un servilismo doloroso, porque cuando el arte que llena el espíritu acaba siendo un medio de vida, necesariamente tiene que perder sinceridad”). Felicidades, maestro, dónde estés.
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