Mañana espléndida en El Gustal de Campocerrado. Día grande. Machos y hembras ya preparados para su bautismo a fuego. Nada más empezar a enchiquerar becerros se ven signos claros de la casta que llevan dentro. Rematan abajo en las puertas con ímpetu, con lo machos se debe estar muy atento no se fastidien algún pitón. Después, ya en el mueco, muchos “se tragan” el berrido, otros tienen ese mugido que no es de queja ni de lamento sino de “mala leche”, y alguno, que de todo tiene que haber en la viña del señor, se acuerda en demasía de su madre.
Pero que muy contento me ha dejado el herradero del bueno de Fernando Madrazo, eso de que varias añojitas se hayan vuelto a desfogarse con los que le han estado haciendo pasar un mal rato es una de las mejores pruebas de bravura. Y si satisfecho me han dejado eso “pequeños detalles” que le he visto a los becerros, mucho más lo ha hecho la hospitalidad, la atención y la amabilidad con la que siempre me tratan sus propietarios. En esta casa si que hay casta y bravura a raudales, y los que tienen la suerte de conocerla saben que no me equivoco.
Por muchos motivos ha sido un día cumbre de campo, lo que de verdad me apasiona, ¿qué mejor regalo de Navidad?
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