Cuatro días en Calahorra, tres festejos taurinos, muchos amigos, buena comida y poco TORO. Seis de Los Espartales para rejones, otra media docena de Sánchez-Arjona para el día 30 y un encierro de Sorando para el día 31. Los toros de este año han estado bien presentados, muchos eran perfectamente de plaza de segunda, con los pitones aparentemente intactos, bonitas hechuras, poco atacados de kilos y , aún así, sin ser apenas picados, no se han movido nada. Falta de casta y fuerza a raudales en los de Sánchez-Arjona, que escarbaban y reculaban en cuando los citaban, y en los de Sorando se apreció el mismo descaste, aunque un poquito menos aparente porque alguno iba y venía pero sin ninguna transmisión.
Los de rejones de los Espatales se movieron, pero todos se refugiaban en tablas, se dolían, y mucho, en banderillas y miraban al callejón descaradamente.
En definitiva, en cuanto a ganado, hemos visto la clase de toro que quieren las figuras: los PERRITOROS, que parecen toros pero no lo son, que parece que embisten pero van y vienen, que en el caballo no se pican sino que se cuidan, que se torean de abajo hacia arriba en lugar de hacerlo al contrario, con mandan los canones...
Y de los toreros mejor no hablar... me quedo con la gente que nos ha tratado tan bien, como siempre que pisamos Calahorra.
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