lunes, 5 de octubre de 2009

¡AY VICTORINO!

Corrida incompleta, algún toro indecoroso para Madrid, uno devuelto a los corrales, dos -¡hijos del mismo padre!- queriéndose saltar al callejón, ninguno rompiendo a embestir por abajo, mucha escasez de fuerza, de raza, de motor. Una desilusión más y van...
Foto de burladero.com

4 comentarios:

Oscar dijo...

Alguna vez he oido que todas las vacadas pasan cíclicamente por una crisis. Pues parece que la ganadería de Victorino está ya en plena crisis.

Como pasa en economía, lo importente de las crisis no es evitarlas (ya que suelen ser inevitables) lo importante es tener claro como afrontarlas.

Veremos.

V. Sánchez López dijo...

Muy buen análisis de la situación Oscar, y en este caso en particular casta en la casa hay para afrontar lo que se presenta...

Oscar dijo...

El problema de afrontar las crisis (económicas, de pareja o ganaderas, como es el caso) es que la mayor parte de las veces implican decisiones díficiles, de esas que con resultados a largo plazo, pero que en el corto y medio plazo son muy dolorosas.

Voy a pegar un extracto de un artículo firmado por José Luis Benlloch en Aplausos sobre la ganadería de Cuadri (espero que la SGAE no me meta mano por ello ;-)).

"La ganadería vive estos últimos años sus momentos más dulces, evítense interpretaciones sesgadas y entiéndase lo de dulce como de reconocimiento a su categoría, aunque también tuvo su momento de crisis que salvó con honor y orgullo el patriarca de la casa. Sucedió en el año 1983. La corrida de Madrid fue todo fiasco.

Mansa y descastadona, lo contrario de lo que había que pedirle y de lo que se buscaba. Don Celestino, que no fue a verla lidiar pero sí la sufrió por la tele, tomó cartas en el asunto y cuando sus hijos volvieron a la casa de la calle Huelva tenía hecha la lista. Toda una escabechina. Sesenta y una vacas y el semental responsable de aquel disgusto habían sido condenados al matadero. Fue la primera y única vez que don Celestino intervino en una decisión ganadera desde que había dejado la dirección en manos de los hijos.

Aquella determinación surtió el efecto deseado. Estuvieron varios años lidiando poco y tapados, en plazas de menos responsabilidad, hasta que seis años después en Zaragoza volvieron a levantar su bandera de bravura. Fueron a sustituir a otra divisa que se había caído del cartel y se llevaron el premio a la mejor corrida del Pilar y el trofeo al toro más bravo."

V. Sánchez López dijo...

Nada que añadir amigo Oscar, si acaso ese detalle de que los dos hijos del mismo semental fueron los que quisieron saltar al callejón... Buscando la calidad en la embestida, sin darse cuenta, se puede caer en un peligroso descastamiento de la ganadería. Y eso tiene díficil, que no imposible y dolorosa, que no