“El temple, la bravura templada, puede degenerar en embestidas sosas, sin emoción. Esa alta toreabilidad, ese recorrido, ese repetir, se pueden tornar en poca acometividad, en tontarroneria, en tardanza para acudir a los cites, en fin, en tan poca trascendencia que lo convierta en un animal insulso y descastado y todo ello redunde negativamente en la actuación del diestro, a quién se le tendrá en muy poca cosa lo que pueda realizar.”
Otro párrafo citado en el libro “Genética elemental y la crianza del toro bravo” de Ernesto González Caicedo.
En muchas de las cosas que escribe coincido plenamente con él, y en otras no. En este caso sí, ¿vosotros?
1 comentario:
Yo también lo suscribo de pé a pá. En el fondo, utilizando otras palabras, es lo mismo que venimos repitiendo algunos aficionados desde hace mucho tiempo: NADA TIENE IMPORTANCIA SI NO HAY TORO. Y para que un toro pueda ser calificado como tal suele ser conveniente que tenga acometividad, presteza al acudir a los engaños y, por supuesto, estar exento de nada que recuerde a la tontorronería.
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