Pisar esta finca siempre me produce una tremenda satisfacción y, al mismo tiempo, una gran añoranza por la gente que no está y con la que compartí tardes en ese palco. Me hubiese gustado conocer esa época de esplendor de esta ganadería, y sobre todo, me hubiese encantado hablar de toros con Don Antonio.
Pero me ha tocado otra época, ya casi nada es igual en el Campo Charro. El toro bravo salmantino poco tiene que ver con el de hace tres décadas.
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