- “¡Esto que les pasa a los ganaderos no tiene razón de ser! Ellos son los afortunados de un producto único en el mundo. Nadie puede hacerles la competencia y lógicamente este producto singular debería cotizarse a precios fabulosos, porque sin toros, ni los empresarios ni los toreros pueden hacerse ricos. Y los ganaderos, en vez de prestigiar sus productos, se entregan al capricho y la dictadura de sus clientes…”
- “…¡La suerte de varas es una desgracia repugnante! Es la mayor humillación que se comete con el toro, porque no nos dejan verlo y no le permiten cumplir el fin para que fue criado, que es demostrar su casta, mucha o poca, frente a los caballos. Tal como se pica ahora, ¡no vemos nada! Ya no se hace la suerte, porque se le niega al toro cualquier oportunidad de defensa o de lucimiento. Esto de ahora es una cosa premeditada para acabar cuanto antes con su poder…”
Dos confesiones recogidas en ese soberbio libro llamado “Viaje a Los Toros al Sol” -¿os suena?-.
La primera pertenece a Casimiro Pérez-Tabernero Nogales, hijo de Don Graciliano, y la segunda es de Don José Luís de Pablo Romero. Parece mentira que hayan pasado 40 años desde que se publicaron estas declaraciones.
2 comentarios:
Quera comentarte la creacion de un nuevo blog.aqui te dejo el enlace
Graciliano dijo:
Líbreme Dios de enmendar la plana a esos dos magníficos señores -en el más noble sentido de la palabra- ganaderos.
Pero...¿Por qué parece mentira que hayan pasado cuarenta años? La única ventaja de ir sumando años es comprobar como se van repitiendo los argumentos. Y en los toros, arte fugaz, dependiente de la memoria de los espectadores,aún más.
El joven tiende al progresismo, es decir, confía en que las cosas irán a mejor porque ingenuamente cree que sus fuerzas intactas bastarán para cambiar las cosas. Olvidando que sus mayores también fueron jóvenes y también pensaron que cambiarían el mundo. Cuando ve que el cambio no responde a sus expectativas se hunde en el catastrofismo y pasa al extremo contrario, se vuelve reaccionario y acaba adoptando el lema de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Con la indudable ventaja de que el pasado ya se ha ido y podemos idealizarlo a nuestro antojo. Para lo cual no faltarán escritos de señores mayores que añoran los tiempos de su juventud.
Vicente: si hace cuarenta años decíamos lo mismo que ahora ¿no habrá que ir pensando en no tomárselo a la tremenda? Hace treinta y tantos que soy aficionado y desde mucho antes los toros venían perdiendo fuerza y casta ¡cuánta debían tener otrora o que poquito a poco la van perdiendo!
Publicar un comentario