Un día de tentadero en una ganadería es un día de fiesta… y de nervios. Sabes que puedes encontrarte con muchas sorpresas, con vacas extraordinarias que no esperas o con fiascos que no imaginabas. La hija de la vaca de mejor nota te debe salir buena, ¿o no? Pues hay veces que sale más mala que la madre que la parió, nunca mejor dicho. Y te cabreas. Y quieres mandar al matadero a toda la familia. Pero te calmas, porque sabes que son cosas que pueden pasar. Más tarde vas viendo que las eralas de ese semental que tienes a prueba y fue un derroche de bravura en la tienta resultan ser superiores, y te llevas la mayor alegría de tu vida. Y te emocionas. Y ves recompensado todo el trabajo de muchos años.
Por eso cuando metes una vaca en los chiqueros siempre piensas en que pasará, te lo imaginas, y a veces aciertas y te alegras, pero si fallas te llevas el berrinche, que debe durar lo mismo que tardas en mandarla al matadero y analizas en que has podido fallar.
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