martes, 9 de octubre de 2012

EN TIEMPOS DE CRISIS

Hace ya bastantes años Ignacio Sánchez, el mayoral de Manuel Arranz y más tarde de Ramón Sánchez, decía que un ganadero de bravo debe tener los animales que mantenga la finca o los que te aguante la cartera… Hoy en día aún hay gente que piensa que la cría del ganado de lidia es un negocio rentable (para unos pocos puede serlo), y nada más lejos de la realidad. Los que no saben lo que es la vida en el campo se piensan que cuando vaqueros y ganaderos se quejan es sin razón porque ahora reciben muchas ayudas. Cierto es que las cobran, y de cifras hablaremos más tarde, como también lo es que los gastos –alimentación, sanidad y mano de obra- en la actualidad han subido considerablemente y el precio de una corrida o una novillada no es que haya variado poco en los últimos años es que es de auténtica vergüenza los precios que por algunos encierros se están pagando.

Cuando España se adhirió a la Unión Europea nuestras explotaciones agrícolas y ganaderas comenzaron a beneficiarse de las ayudas llegadas desde Bruselas. Son muchos los años que la cabaña brava lleva recibiendo subvenciones pero a cambio son varios los “peajes” que está pagando. El ganado de lidia se comenzó a considerar entonces como ganado de carne, lo que significó la llegada de los saneamientos, vacunas y otras normativas sanitarias y administrativas que no hermanan muy bien con el ganado de lidia.

Desde 1992 todas las ganaderías registradas en cualquiera de las distintas asociaciones de criadores de lidia deben someterse a las campañas de saneamiento contra la brucelosis, la tuberculosis, la leucosis y la perineumonía, que son algunas de las enfermedades más comunes en la especie bovina. Estas campañas son de carácter obligatorio para todas las hembras de la vacada y para los machos menores de 18 meses y se realizan dos veces al año.
En cada saneamiento los animales deben entrar por la manga sanitaria un par de veces. El primer día se le hace la prueba de la tuberculosis, se toma de muestra de sangre para el control de la brucelosis y en algunos casos se aplican diferentes vacunas como la Mixta Triple –para Carbunco, Hemoglobinuria y Edema Maligno-, o la IVR-DVB. También se aprovecha para desparasitar a todos las reses.

A los tres días hay que volver a meter el hato de ganado en los corrales para efectuar el control de la reacción de la tuberculina. Los animales que den positivo, es decir hayan reaccionado a la dosis inoculada de tuberculina, deben ser sacrificados. Unos días después los análisis de sangre determinarán si hay reses enfermas de brucelosis que también irán al matadero y por las que, como es de suponer, se recibe una indemnización irrisoria.

Uno de los problemas de considerar el ganado de lidia como ganado de carne es que con estos trasiegos se producen trastornos como que las vacas dejen de cubrirse o que los partos se interrumpan, que haya accidentes en los corrales o mangas sanitarias, que muchos becerros mueran y que algunas familias de la vacada acaben desapareciendo por completo con la consiguiente pérdida genética. A todo esto hay que añadir que tras los programas aplicados y el tiempo transcurrido desde su implantación, lo cierto es que la tuberculosis no ha podido ser erradicada en una gran parte de las ganaderías españolas por una sencilla razón: porque la principal fuente de contagio no está en la propia ganadería sino que son otros animales salvajes, algunos de ellos especies protegidas.

Pero como dije al principio las subvenciones que recibe el toro de lidia no son más que ayudas sin las que la mayoría de las ganaderías no podría sobrevivir; y algunas, tal y cómo está la situación, a duras penas lo consiguen. El Real Decreto 66/2010, de 29 de enero, sobre la aplicación en los años 2010 y 2011 de los pagos directos a la agricultura y ganadería regula las ayudas que reciben los ganaderos en la actualidad. Hay que decir que desde hace muchos años las subvenciones varían poco. Es más, cada ganadero cobraba más en la campaña 2005-06 que en la 2010-11, todo lo contrario que los costes de producción que se ha multiplicado. Cada ganadero recibe por vaca nodriza -reproductora- 186 euros a la que hay que añadir una prima complementaria de algo más de 20 euros por cabeza, en total unos 200 euros aproximadamente por cada vaca. Un semental recibe, más o menos, la misma ayuda.

Si la explotación cumple unos determinados requisitos como que la carga ganadera no supere las 1,4 unidades de ganado mayor por hectárea (UGM/ha), la finca posea más del 50% de tierras de pastoreo y no siembre cultivos herbáceos, se procederá al pago de una prima complementaria por cabeza que asciende a unos 100 euros. Para este pago se contabilizan todos los animales de la explotación.


Existe un pago especial a los productores de bovinos machos que posean cargas ganaderas por debajo de los 1,8 UGM/ha., se prevé una prima especial de hasta 180 animales/año, divididos en dos tramos de 90 reses cada uno, siendo el primer tramo para animales entre 7 y 19 meses y el segundo para animales de más de 20 meses. Cada uno de los tramos está subvencionado con alrededor de 150 euros por animal.

En este caso al tratarse de ganado de lidia, donde los animales son sacados al mercado con más de 20 meses, se produciría un doble beneficio por cada res, de tal manera que anualmente se cobraría por todos los bovinos machos de la explotación con más de 7 meses.
También se podrán conceder a los criadores de ganado vacuno primas por sacrificio de bovinos adultos por un importe de 26,40 euros por cabeza y primas por sacrificio de terneros por un importe de 46,50 euros por cabeza. Y si la carga es menor que 1 UGM/ha, existe una prima adicional del Estado de aproximadamente 30 euros por cabeza y año para todos los animales de la explotación.

A todo este tipo de ayudas tiene derecho cualquier criador que cumpla con lo establecido desde que España pertenece a la Unión Europea. Y el problema está en que muchos ganaderos lo usaron debidamente, otros lo malgastaron y algunos “rompieron las reglas del juego”. El incremento de vacas madres y nuevas ganaderías ha sido vertiginoso en las últimas dos décadas, debido en parte a las subvenciones, lo que ha provocado un exceso de toros en el campo y un desequilibrio en los precios, que se ha agudizado más aún en estos tiempos de crisis.

 
Y siempre son los ganaderos humildes o los que crían encastes en serio peligro de desaparición, que no tienen presencia en las plazas de toros bien por imperativos veterinarios o porque los toreros nos los quieren, los que pagan los platos rotos...