Don José Matías Bernardos, más conocido como Raboso, cumplió su sueño de tener ganado bravo en 1952 cuando se hizo con el lote que le correspondió a Dolores Sánchez Fabrés de la vacada familiar que procedía directamente de Don Francisco Sánchez, el popular Paco Coquilla.
Se llevó ese ganado a Cilloruelo, su finca en la que nunca falta el agua, y al poco tiempo se hizo con la magnífica dehesa de “Aldeanueva” del Arenal”, situada en Fuenteguinaldo. En pocos años convirtió su ganadería en una de las de mayor
proporción de bravura y calidad de todas las procedentes de Santa Coloma. En los años setenta tuvo la suerte de encontrarse en un tentadero de machos con un eral llamado “Chumazo”, herrado con el número 41. Tras un resultado en tienta de muy alta nota pasó a ser raceador de la vacada y los resultados pronto indicaron que Raboso tenía un semental de bandera. La base de su ganadería en los últimos años fue Chamuzo, que junto a las reatas de las “Españolas”, “Dominantas”, “Cerrajeras”, “Extremeñas”, “Terciopelos”, “Milicianas” y “Vistahermosas” consiguió triunfos de gran importancia en plazas destacadas.
Pero el mérito de este ganadero no está sólo en lo que consiguió con un encaste desgraciadamente casi extinguido, sino en que fue capaz de tener entre sus manos dos vacadas muy distintas – coquillas y domecqs – y mantenerlas en lugares de privilegio.
En 1969 se hace con lo que quedaba de la vacada de Maria Antonia Fonseca – Pedraza de Yeltes- debido a la amistad de los “Domingos”. El hijo de Maria Antonia y el hijo de José se llamaban igual: Domingo. Y ese nuevo ganado se puso a nombre del único heredero de Cilloruelo, con el nombre para la nueva vacada de la otra finca: “Aldeanueva”.
Desgraciadamente las “modas” obligaron al viejo Raboso, ya muy mayor, a deshacerse del hierro de la interrogación, con el que se marcaban los coquillas. No quería ver como lo que le costó tanto trabajo y dedicación se derrumbaba. Se quedó con los aldeanuevas para que su hijo Domingo no tuviera complicaciones, los domecq eran mucho más apetecibles.
En la actualidad los “coquillas de Raboso” han desaparecido prácticamente tras pasar por varios propietarios, y parece que los “aldeanuevas” no levantan cabeza desde años.
El sudor de Don José Matías Bernardos no merecía este final.