¡ Qué pena de plaza! ¡ Qué mierda de toros, Lorenzo! ¡ Qué asco de lidia! ¡ Qué lástima de toreros! ¡ Qué presidente tan cambiante! ¡ Qué tarde tan aciaga! Estas son algunas de las frases que escribí en mis apuntes sobre la corrida, o lo que fuese, celebrada ayer en Las Ventas del Espíritu Santo.
La tarde comenzó a ponerse fea con tres pañuelos verdes casi seguidos, dos toros titulares devueltos por su flojedad, la misma que tenía alguno de los siguientes que salió por chiqueros. Hace tiempo que un amigo me dijo que Lorenzo está empezando a recoger lo que sembró, y espero que sólo fuese una mala tarde, demasiado mala. No voy a tratar de justificar a los toros, pero la lidia que se le da desde su salida por chiqueros tampoco ayuda mucho, mejor dicho nada. No les enseñan a embestir a los capotes, les dejan enganchar una y otra vez, no dejan que el toro vaya donde quiera sino que lo retienen en un burladero porque es costumbre, les ponen muy mal al caballo, casi siempre al relance, y aún peor, los dejan romperse bajo el peto, tardan un mundo en sacarlos y además con tirones y medias vueltas que en gran medida ayudan a que el toro se derrumbe. Los capotazos innecesarios y el trámite de banderillas es de estudio. El toro llega a la muleta habiendo recibido una lidia horrorosa, cosa que Madrid valoraba sabiamente. Pero todo ha cambiado, faenas de pitos o silencio se convierten en trasteos de orejas y lo grave del asunto es que son faenas sin consistencia, cimentadas con el pico de la muleta e hilvanadas al hilo de pitón, donde no faltan los enganchones y los desarmes. Para colmo la suerte suprema también ha caído hasta límites insospechados para los aficionados que ven toros desde hace cuarenta años, ¿ quién les iba a decir a ellos que en la primera plaza del mundo se iban a premiar con un trofeo a toreros que matan de un bajonazo y cuatro descabellos o con un pinchazo, una tendida y un descabello?
El Rey estuvo en un burladero y vio cómo dos franceses, le brindaron sus respectivos toros antes que el español, que lidió el primer toro, ¿pero no éramos nosotros los monárquicos? Creo que algo parecido le pasa a Madrid, no sabe ni lo que es, y lo que es peor, no sabe lo que ha sido.