sábado, 11 de octubre de 2008

LA PARIDERA

Lo más difícil en una ganadería brava, y eso lo sabe muy bien la gente de campo, es ver parir una vaca brava. Ver como nace un becerro bravo es excepcional porque las madres, las viejas aún más, son tremendamente desconfiadas y buscan el rincón más escondido para traer al mundo a su retoño. Es más, lo dejan escondido un par de días pero jamás pierden de vista el lugar en el que tienen a su pequeño. Y librete Dios de ponerte en la trayectoria que separa a la madre de su hijo, porque ya puedes tener una encina cerca sino quieres que la vaca te pegue una buena paliza.
Si buscas a un becerro que haya nacido unos días antes para ponerle el crotal, ver si es macho o hembra y de paso hacerle la señal en las orejas, no te fíes nunca de lo que haga su madre. Si es nueva en cuanto de vea empezará a bramar y enseguida buscará a su hijo para protegerlo, si por el contrario ya no es la primera vez que pare comenzará a andar en dirección opuesta a la que esté el ternero. Tratará de despistarte, y si ve que no lo consigue correrá a galope para poner entre sus patas a su retoño. Y aquí es donde entra en juego la destreza de la gente de campo. Hay que distraer a la vaca, en compañía de un buen caballista desorientarla, hacer que se reúna con las demás hembras, y que, por un momento, se olvide del becerro. Después de esto no se molestará a madre e hijo hasta que llegue el destete, la faena más amarga que se puede vivir en el campo bravo…

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